28 de mayo de 2010

El que nada espera nunca sufre el desengaño



Salvo unos pocos poetas y monjes iluminados retirados en lo alto de un monte, los demás sí tenemos nuestras ilusiones. Es más, no es que no las tengamos, es que las necesitamos. Alimentan nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestras vidas como una bebida energética con dosis extra de cafeína. Ilusiones que nos hacen creer en algo que no es, nos atrapan y no nos deja ni un centímetro de margen.


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